Cuando Javier Hernández aparcó el coche de la autoescuela en Niza y volvió a España, a finales de la década de los noventa, eso de internet y las nuevas tecnologías le sonaba a chino. Su primera sorpresa se produjo cuando, perdido en medio del campo de Tolbaños (Ávila) -en una de las comarcas más despobladas del país con una densidad de 2 habitantes por kilómetro cuadrado- podía recibir llamadas en su teléfono móvil para anotar las reservas en el hotel rural Los Gamusinos, que acababa de fundar junto a su mujer, María Teresa. Pero eso no iba a ser nada en comparación con el día en que digitalizó todos sus procesos -relegando a un cajón a la agenda de toda la vida- y subió su pequeño negocio al entorno online, de donde hoy provienen un 99% de sus ingresos.
Leer más en elmundo.es